BENVINGUTS AL BLOC, ENTREU EN JOC !!!
" No us adreceu al seu cap, sinó al seu cor...
L´ esport té el poder de canviar el món.
Té el poder d´ inspirar i unir les persones
com poques coses més...
És més poderós que els governs per ensorrar
les barreres racials..."
NELSON MANDELA,
a El factor Humà de
John Carlin.
LES PERSONES FAN ESPORT, L´ ESPORT FA PERSONES...

"...Córrer, fins aleshores, se m´havia endut una part important del meu temps...vaig començar a escriure, més o menys regularment, a fer versos. Sentia com una necessitat
d´ expressar-me, de dir coses, que complementés l´ expressió constant del meu cos en córrer."

Fins fa poc, si algú em preguntava què volia dir per a mi una cursa, contestava de seguida clar i català : " ...repte, llibertat, ganes de volar...I vet aquí que ara escric sobre el córrer.

No fa gaire que intentava de sintetitzar i d´encabir en un petit poema tots els sentiments d´ un atleta en el darrer minut d´ una cursa. Atleta ? ... autodisciplina ?

Hi ha una cosa que l´ atleta ha d´ aprendre tot sol : prendre les seves pròpies decisions sobre la pista.

Elogi de la passió pura
Sebastià Serrano







diumenge, 17 de juny del 2012

Fútbol, hormonas al ataque

Afecta a las hormonas sexuales, a la neuroquímica del estrés y al estado de ánimo. El fútbol engancha, es un acto social ligado al origen del ser humano y al tribalismo porque aúna la recompensa de la caza con tres necesidades: defender un territorio, identificarse con un grupo y competir con otros 

 El deporte rey mueve a millones de personas, como se está viendo este mes con motivo de la Eurocopa y como sucede con cualquier gran partido. El último Barça-Madrid, por ejemplo, fue visto por más de 14 millones de espectadores en España, casi un 30% de la población española, y por unos 400 millones de espectadores en todo el mundo, el 5% de toda la población mundial.
Para hacernos una idea comparativa, la última edición de los Oscar consiguió reunir ante la pantalla a casi 40 millones de estadounidenses, lo que representa sólo el 13% de la población de ese país. Hay quien opina que el enorme interés y pasión que despiertan los deportes de equipo, especialmente el fútbol, son exagerados; que se trata de fenómenos acaparadores y mediáticos, y que el incombustible recital de fondo de los comentaristas deportivos los domingos por la tarde en la mayor parte de emisoras radiofónicas es realmente antipático. Sin embargo, lo cierto es que el fútbol gusta a mucha gente, mueve grandes sumas de dinero y despierta potentes emociones. No hay duda, constituye un gran espectáculo. ¿Por qué ese interés casi universal por el fútbol? Aparte de aspectos culturales que enfatizan la atracción que sentimos por este deporte espectáculo, ¿cuál es el origen básico de la pasión por las confrontaciones deportivas? ¿Qué le sucede al cerebro cuando uno juega o mira un partido?

Cambios en el cerebro y el resto del organismo El fútbol afecta a las hormonas sexuales, a la neuroquímica del estrés y de las emociones y al estado de ánimo. Las razones del éxito del fútbol son muchas, desde motivos culturales y económicos a puramente biológicos. De las razones económicas se habla especialmente durante las épocas de traspasos y fichajes. Y las razones culturales se restringen, posiblemente, a transmitir la preferencia por este deporte de equipo en lugar de otro potencialmente equivalente. Pero nuestra biología también promueve ese interés por los deportes de equipo, entre los cuales el fútbol es el rey en muchos países. Para empezar, durante los partidos los jugadores sufren cambios en los niveles sanguíneos de testosterona y otros andrógenos, unas hormonas sexuales predominantemente masculinas que, aparte de regular las funciones reproductoras y la conducta sexual, tienen un importante papel en la modulación de la agresión, entre otras muchas otras repercusiones sobre el organismo. Antes de la competición ya se da un ligero incremento de la testosterona y otros andrógenos, una reacción fisiológica anticipativa cuyo objetivo es preparar al organismo para que cuente con los recursos energéticos apropiados.

Las competiciones deportivas también afectan a los sistemas neurohormonales del estrés; la mayoría de jugadores reacciona con un aumento de cortisol antes y durante el partido, aunque en este caso al finalizar la contienda esta hormona vuelve progresivamente al nivel de base. En algunos estudios se ha observado que los deportistas de élite tienen niveles de cortisol más bajos, el cual tiende a disminuir a medida que transcurre la temporada deportiva, como si se fueran desestresando. Esto indica también que la constitución biológica de cada persona condiciona su éxito deportivo, no sólo el aspecto físico –fuerza, resistencia, velocidad, agilidad...– sino también el “mental”. En este sentido, se han relacionado diversos genes con el éxito potencial de los deportistas de élite. La mayoría afecta al metabolismo energético o a la constitución de las fibras musculares, pero también los hay implicados en funciones cerebrales. Finalmente, si ganan el partido, aumenta el nivel de serotonina, una sustancia que utilizan las neuronas para comunicarse y que promueve sensaciones satisfactorias, tanto de euforia como de aumento de la autoestima, entre otros efectos. Pero sin duda lo más curioso sea que los espectadores de los partidos también muestran estas respuestas neurohormonales, aunque en menor grado, respuestas que se acompañan de modificaciones en la activación de las áreas cerebrales relacionadas con la agresividad (como la amígdala cerebral) y las que modulan la misma, como la corteza cerebral prefrontal.

Instinto cazador ¿Por qué se dan estos cambios biológicos? La explicación reside, al menos en parte, en tres factores vinculados a la historia de nuestra especie. Uno, la conservación de caracteres juveniles en las personas adultas. Dos, nuestro largo pasado como cazadores recolectores y tres, el tribalismo.

Los seres humanos presentamos una serie de rasgos juveniles en la edad adulta, unas características que todos los demás primates vivos pierden durante la pubertad, como por ejemplo ciertos rasgos anatómicos como la forma redondeada del cráneo y la ausencia de arcos superciliares (por encima de las cejas); rasgos cerebrales, como una elevada plasticidad neuronal a lo largo de la vida en ciertas áreas de asociación, y rasgos conductuales, como la persistencia del juego y la curiosidad durante toda la vida. En este sentido, todos los mamíferos juegan durante la infancia, lo que les prepara para su supervivencia posterior, pero el ser humano es, de largo, el que más disfruta con el juego durante la edad adulta, así como con la curiosidad y con la exploración. Y el fútbol es, sin duda, divertido.
Además, los seres humanos y nuestros antepasados hemos vivido como cazadores recolectores por lo menos durante los últimos dos millones de años. La adaptación a la caza promovió en nuestra especie una “psicología de carnívoro” en la que el propio acto de depredación se convirtió en sí mismo en satisfactorio y placentero y por ello atractivo a llevarlo a cabo y repetirlo (en psicología a este fenómeno se le denomina recompensa). Esta psicología está mediada por la activación del sistema de neurotransmisión dopaminérgico, el mismo responsable de las situaciones que proporcionan estados emocionales positivos. Cualquier propietario de perros o gatos ha tenido la oportunidad de observar cómo disfrutan dichos animales con el acto de depredación, aunque no suponga la obtención de alimento. En el ser humano, a pesar de nuestra elevada inteligencia y capacidad simbólica, siguen operando dichos mecanismos básicos. En este contexto, el sistema de caza de nuestros parientes más próximos, chimpancés y bonobos, recuerda a las estrategias que siguen los jugadores de un equipo deportivo. Si por ejemplo un grupo de chimpancés intenta cazar a un mono encaramado en un árbol, mientras uno de los machos empieza a subir al árbol donde se encuentra la presa potencial, el resto de los machos se coloca en los troncos y ramas de los árboles adyacentes, bloqueando cualquier escapatoria. Según el etólogo Desmond Morris, muchos deportes, tanto de tiro como de equipo, son sustitutos simbólicos de la caza, capaces de producir los mismos cambios neurohormonales. En el fútbol los jugadores persiguen una presa simbólica, la pelota, colaborando entre sí como un grupo de cazadores para conseguir un objetivo común, que en este caso no es capturar la presa sino marcar un gol en la portería contraria.

Además, esto sucede con independencia de la cultura de cada grupo humano, como demuestra un trabajo reciente en el que se han comparado los cambios de testosterona en hombres de EE.UU. cuando jugaban a fútbol con los de hombres tsimano, una etnia recolectora y agricultora del Amazonas boliviano, que no habían tenido contacto previo con este deporte. Se eligió a este grupo humano por un motivo muy concreto: su nivel de testosterona es mucho más bajo que el de las personas que viven en países industrializados, posiblemente porque un nivel alto de testosterona incrementa la susceptibilidad a padecer infecciones; y puesto que los hombres tsimano, por sus condiciones de vida, están más expuestos a los daños provocados por infecciones, este nivel más bajo de testosterona les proporciona una importante ventaja selectiva. Pues bien, en los jugadores de ambos grupos humanos la testosterona se incrementó un 30% mientras jugaban a fútbol, y se mantuvo un 15% más elevada durante un tiempo después de finalizar el partido. Estos incrementos puntuales de testosterona también son favorecidos por la selección natural, al conllevar beneficios en las funciones reproductoras y la conducta sexual, sin los peligros que entrañarían niveles altos de esta hormona, que haría aumentar la susceptibilidad a sufrir infecciones.

Instinto territorial: la ventaja de jugar en casa Todo lo dicho puede explicar, en parte, por qué disfrutan los jugadores. Pero, ¿cómo explicar el éxito de los deportes de pelota en general y del fútbol en particular entre los espectadores, que no participan directamente en el juego? Tal vez parte de la explicación resida en el tribalismo. Nuestra especie y las que la precedieron han vivido en pequeñas bandas o tribus, que competían entre sí. Tenemos una predisposición genética a la necesidad de pertenecer a un grupo e identificarnos con él porque ello aumenta las posibilidades de supervivencia (en comparación a si viviéramos solos). En el ser humano moderno, las tribus serían las naciones, grupos lingüísticos, grupos profesionales, ideologías, religiones y, también, equipos deportivos. De hecho, los equipos de fútbol suelen identificarse a menudo con una nación o comunidad y promueven la pertenencia a un grupo. Cuando los jugadores ganan, también lo hacen sus hinchas; cuando la testosterona y la serotonina de los jugadores aumentan tras la victoria, lo mismo les ocurre a sus seguidores, lo que acaba, por otros mecanismos también existentes en el cerebro ligados en parte con la empatía social, produciendo emociones satisfactorias compartidas, tanto de euforia como de autoestima.

En el lado opuesto, los individuos derrotados experimentan después del partido una disminución de testosterona y serotonina, y esas oscilaciones, aunque transitorias y relativamente breves, pueden durar varios días. Los mismos cambios neurohormonales se producen en circunstancias en que varía el estatus social, y se ha demostrado que en los animales están claramente asociados con el nivel de dominancia social dentro del grupo. De hecho, también los humanos enfatizamos a nuestros jugadores y los premiamos y situamos en lo más alto de la escala social. En conjunción con todos los anteriores cambios hormonales, transitorios, breves y menos evidentes en las mujeres, el estado de ánimo fluctúa. De todos es conocido que las victorias y las derrotas influyen mucho sobre el ánimo.
Este mismo tribalismo explica también la ventaja de jugar en casa, puesto que los jugadores del equipo local deben defender su territorio. Se ha detectado que los niveles de cortisol son más elevados en los jugadores locales que en los visitantes, lo que facilita que la energía necesaria para los músculos se movilice de forma más rápida. También aumenta la tasa respiratoria, se aceleran los latidos del corazón y aumenta la presión sanguínea para posibilitar un transporte del oxígeno y de los nutrientes con gran celeridad. De igual forma, los sentidos de los jugadores se agudizan, mejorando la atención y la capacidad para almacenar la información. En cambio, los jugadores del equipo visitante presentan valores inferiores de esta hormona, lo cual podría comprometer una adecuada movilización de los recursos energéticos que se tienen que implementar para solventar con éxito el partido. De forma añadida, los jugadores locales confían más en sí mismos, mientras que los jugadores que juegan fuera de casa muestran niveles de ansiedad más elevados, hechos que sin duda se traducen en el estilo de juego. De este modo, el dato estadístico de que los 1 salen más en las quinielas parece tener una explicación, en parte, neurobiológica.

LA VANGUARDIA 17/06/12

dimarts, 5 de juny del 2012

Irisina, la hormona de la actividad física

Científicos de Harvard descubren una sustancia clave en los efectos saludables del deporte y buscan un fármaco que imite su actividad | Empleada como fármaco, podría mejorar el tratamiento de la diabetes y la obesidad.

Una hormona recién descubierta que se segrega al practicar actividad física ayuda a quemar calorías con eficiencia incluso cuando ya se ha acabado de hacer ejercicio. La hormona aclara por qué la actividad física mejora la salud de personas con diabetes u obesidad y, administrada como fármaco, podría mejorar el tratamiento de estos pacientes. Los investigadores que la han descubierto, de la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.), han creado una compañía que desarrollará un fármaco a partir de la hormona.
El equipo de Harvard había demostrado en una investigación anterior que, cuando se practica actividad física, las células musculares producen una proteína llamada PGC1-alfa. Esta proteína tiene varios efectos positivos en los propios músculos. Sin embargo, hacer ejercicio no sólo es saludable para los músculos, sino para todo el organismo. Faltaba descubrir cuáles son los mecanismos por los que la actividad física mejora el metabolismo más allá de los músculos.
"Había la sensación, en este campo científico, de que el ejercicio habla a varios tejidos del cuerpo. La pregunta era ¿cómo?", ha declarado Bruce Spiegelman, director de la investigación, en un comunicado difundido por la Escuela de Medicina de Harvard.
En una elegante serie de experimentos presentados ayer en la revista Nature, el equipo de Spiegelman ha demostrado que, a partir de la proteína PGC1-alfa, se segrega una hormona hasta ahora desconocida. Esta hormona llega a través de la sangre a las células de grasa blanca (o grasa mala, ya que su exceso es perjudicial para la salud) y ayuda a que se conviertan en grasa parda (o grasa buena, ya que es beneficiosa).
Tan llamativo es el efecto de esta hormona que sus descubridores la han llamado irisina, en referencia a la diosa griega Iris, la mensajera de los dioses. La irisina se presenta así como la hormona que transporta un mensaje de salud desde los músculos hasta la grasa.
En experimentos realizados con ratones, los investigadores de Harvard han comprobado que la actividad física eleva el nivel de irisina en el organismo. Han observado asimismo que, cuando se inyecta irisina en ratones obesos, su metabolismo se vuelve más eficiente, de modo que queman más calorías incluso si siguen comiendo tanto y moviéndose tan poco como antes; por lo tanto, la irisina podría ser eficaz para el tratamiento de la obesidad. Igualmente importante, los ratones a los que se inyectó irisina mejoraron el control de su nivel de azúcar en la sangre; por lo tanto, la irisina podría resultar eficaz también para el tratamiento de la diabetes.
Estos resultados "abren un panorama muy interesante y esperanzador", señaló ayer Anna Nuvials, directora del laboratorio de diabetes y obesidad del instituto de investigación Idibaps del hospital Clínic. "Nos hemos quedado sin medicamentos para ayudar a perder peso a estos pacientes y todos estamos esperando algo nuevo". Pero Nuvials advirtió que hay que esperar a ver cómo avanza la investigación para saber si la irisina puede llegar a convertirse en un fármaco útil para las personas.
Por ahora, los investigadores de Harvard han observado que las personas físicamente activas tienen niveles más altos de irisina que las sedentarias. Y que "la irisina de ratón y la humana son idénticas al 100%", según escriben en Nature. Pero falta comprobar si los beneficios observados en ratones se repiten en personas y si la hormona, administrada como fármaco, tiene efectos secundarios aceptables.
La compañía farmacéutica Ember Therapeutics, fundada por el propio Bruce Spiegelman, ha iniciado el desarrollo de un fármaco basado en la irisina. Según los cálculos del investigador, los ensayos clínicos en personas podrían iniciarse en un plazo de dos años.
En próximos experimentos, Spiegelman tiene previsto estudiar también qué tipos de actividad física producen un aumento más pronunciado de irisina en personas sanas.

ar el tratamiento de la diabetes y la obesidad 

 

El auge de maratones abre el debate de la práctica excesiva de deporte

Los expertos coinciden en que hace falta controlar la salud y hacerse revisiones periódicas para evitar arritmias 

 La práctica del deporte es recomendable y necesaria. Los mismos pediatras lo hacen saber a los padres, advirtiendo que hay que apuntar a los hijos a hacer actividades deportivas extraescolares; como mínimo, un par de veces por semana. Lo que se les escapa a los profesionales es saber donde está el límite de estas prácticas deportivas cuando se hacen en exceso. Y es que, como en todos los ámbitos de la vida, hay quién hace un abuso, de lo que, a priori, es saludable.
Se anuncian últimamente de forma más masiva: las marchas, las carreras populares, los maratones… Surgen en nuestra sociedad nuevas formas de cansarnos. ¿Y todo esto por qué? Todos los expertos coinciden en que es un fenómeno nuevo y que no hay todavía suficiente investigación sobre los causantes y las consecuencias de una práctica excesiva de actividades deportivas. “Se ha puesto de moda. Cuando yo tenía 7 años, en Banyoles se hacía una marcha que reunía a 300 personas; ahora ya son 10.000. La actividad se ha profesionalizado pero hay que vigilar porque hay muchos factores de riesgo cuando el deporte se lleva al máximo exponente. Hay que regularlo”, advierte el prestigioso cardiólogo, Ramon Brugada, doctor, investigador y decano de la Facultad de Medicina de la Universitat de Girona.
Según Brugada “el ejercicio físico es un medicamento barato y no necesita receta. Es maravilloso”, quien añade que “mejora la capacidad pulmonar, hace que tengas menos ganas de fumar, mejora el sistema cardiorrespiratorio y puede ayudar a salir de las depresiones”. No obstante, el doctor matiza que “el problema es cuando el ejercicio está mal regulado y, cuando un deportista se cree que es un superhombre.” Según Brugada, todo ello hace que la persona se llegue a encontrar tan bien, que no piense en someterse a pruebas ni controles para examinar su estado de salud. “Muchos tienen una enfermedad y no lo saben. Pueden acabar incluso sufriendo una arritmia. Según el decano de la facultad de Medicina “se dan 40.000 casos en España cada año de personas que sufren una muerte repentina y 3.500 muertos en Catalunya”. Para Brugada es imprescindible que “las personas se hagan controles médicos porque se pueden evitar muchos de estos casos”.
El doctor Brugada considera que estas carreras que se están organizando y que están en auge; que son un tipo de “boom que sirven como una nueva manera de recreo, quizás por la crisis”. Pero esto no quiere decir que será pasajero; se continuarán haciendo: “Parece que la gente haya enloqueciendo. Ahora hay quién se gasta 2.000 euros en una bicicleta y no se gasta 150 euros para someterse a una prueba médica. La franja de edad que más nos preocupa es la de los 40 años, porque es gente que durante mucho tiempo ha sido sedentaria, y que tiene problemas coronarios. De repente, esta gente se pone a hacer deporte casi cada día. Se prepara para las carreras y los ves muy rojos, casi a punto de explotar, porque no pueden más. Esto es lo más peligroso e inconsciente”, añade el doctor.
Raquel Font, doctora, licenciada en INEF y directora de la Escuela Universitaria Social, del Deporte y la Salud (la EUSES) de Girona, había practicado mucho deporte, años atrás. Font es un caso concreto porque tiene la dualidad de deportista y especialista en el deporte. Practicaba raids, pruebas multideportivas de aventura que incluyen modalidades como el kayak, la natación, las pruebas de cuerda o carreras a pie, entre otras. Era capitana de equipo. El raid es un ejercicio muy completo que puede alargarse, dependiendo de la modalidad de la carrera, durante días. “Son muchas horas donde el equipo aprende a dosificar la comida, las horas de sueño, a estudiar las estrategias para llegar a meta… Se pasa mucha tensión, algunos acaban llorando; pero es tan fuerte el vínculo que se establece entre el grupo, que cuando acabas el raid, la sensación es la de haber podido materializar un sueño”, comenta Font.
La doctora Font ha sido madre por tercera vez y se ha desvinculado de la práctica de raids, a pesar de que continúa haciendo de asistencia. “Cuando haces raids, juegas al límite. Yo ahora no estoy dispuesta a hacer según qué. Sí que es cierto que cuesta mucho encontrar todas las emociones que se viven con los raids en la vida cotidiana”. Pero Font advierte que “no existe una investigación para este tipo de deportes. No se sabe cómo se tiene que hidratar o nutrirse un participante. No sabemos exactamente si de aquí unos años habrá afectaciones de musculatura, articulaciones, corazón o lesiones diferentes, que los fisioterapeutas ya se empiezan a encontrar”.
Además de estas posibles futuras consecuencias, Raquel Font alerta de la llamada hiponetremia. “Cuando digo que no hay bastante investigación en hidratación, me refiero también a la hiponetremia. Es el peligro de beber demasiado agua. Es cuando hay un déficit de sodio en la sangre, o sea: la sobre hidratación”. Según Font “aparece sobre todo en pruebas de alto rendimiento, donde hay que hidratarse mucho, como es el caso de Ironmans, triatlones o raids”
Pruebas extremas
Un Ironman tiene un total de 226 km de carrera. La prueba consiste en 3,86 km nadando, 180 km en bicicleta y 42,2 km de carrera a pie. La persona que compite la tiene que hacer en un margen de 9 a 12 horas aproximadamente. Se traduce en tres disciplinas consecutivas: nadar, montar en bicicleta y correr. Una especie de triatlón pero llevado al extremo. Del mismo modo que las carreras o las marchas, más accesibles para el público en general, están in crescendo; los Ironmans, los triatlones y duatlones también tienen cada vez más adeptos.

“Empecé hace casi 10 años y veo como esto ha explotado como una bomba. Creo que las marcas de tiempo que hemos conseguido los pocos que éramos hasta ahora, se verán superadas enseguida por los nuevos deportistas que suben; de hecho ya se están creando escuelas de triatlón para niños”, comenta Marcel Zamora, uno de los triatletas más reconocidos para ser penta campeón del Ironman de Niza, entre otros logros. Otra de las figuras destacadas del triatlón es Xavier Llobet, el triatleta olímpico catalán más reconocido. “Es cierto que hay más práctica pero hace falta que la gente se prepare y haga entrenamientos progresivos y bajo control de especialistas, porque hay quién puede hacerse mucho daño”, comenta Llobet.

En definitiva, vuelve a quedar en suspenso el debate sobre los límites de la práctica deportiva; pendiente todavía de revisar los posibles efectos a posteriori. El doctor Brugada apunta que el deporte es competitivo y es una “nueva manera de fanfarronear. Yo quiero ver el día en el que David Meca haga la vuelta al mundo nadando”, añade Brugada. A modo de ejemplo, para un equipo de fútbol, una vez están todos los rivales ya superados y derrotados, no hay más retos que lograr; pero “para un atleta siempre habrá más kilómetros que recorrer”, explica el investigador. Lo que temen los doctores y médicos del mundo del deporte, es no saber ¿hasta dónde se atreverán los organizadores a retar a los deportistas?
LA VANGUARDIA